El último fin de semana, una de mis primas menores
se graduó de Gastronomía, toda una novedad en la región, pues es una profesión
recién salida del horno, digo de aulas universitarias. Sabe paradójico que la
autonombrada y mil veces publicitada como “capital gastronómica de Bolivia” no
ofertaba en ninguna de sus universidades alguna carrera relacionada, hasta hoy.
Pero los cochabambinos somos unos capos cocinando y, fundamentalmente, diestros
en el arte de devorar todo lo que nos salga al paso, eso no nos lo quita nadie.
En la tierra de las mil cocinas, llueve la comida más que el agua. Pero de
recetas y preparados gourmet, andamos lamentablemente escasos.
Como es tradición popular, ningún egreso
académico está completo sin su correspondiente agasajo, por pequeño que sea. Mis
tíos organizaron una sencilla recepción social en casa, invitando a los
familiares más cercanos y a los amigos de la homenajeada. Y, lógicamente, donde hay reunión tiene que
haber algo de picar, que el apetito se manifiesta con mayor intensidad en
grupo, por una extraña razón.
Parecía que la graduada lo tenía fácil y que
sólo debía limitarse a disfrutar de su fiesta, como ocurre en la mayoría de los
casos. Pero la comida correría a cargo de ella, qué mejor que poner en práctica
sus flamantes conocimientos culinarios, para graduarse con honores ante los
parientes y demás invitados. Juiciosa coherencia, desde todo punto de vista,
aunque ello haya implicado laboriosos preparativos desde el día anterior. No
hay mejor forma de cerrar la boca de algunos escépticos (empezando por este
escribidor) que convencerlos por la vía de la degustación.
Promediaban las nueve de la noche cuando
sirvieron el platillo estrella. Una atractiva combinación de carne de cerdo al horno
con filetes de pollo relleno con jamón. Impagable la sensación de alternar
bocados de ambas carnes, sagazmente enriquecidas con una salsa agridulce de
tumbo. Gratificante juego de sabores en la boca que se acompañaba con la exquisita
suavidad de los pequeños bollos de yuca y plátano (no el común, sino el de
cocina) sutilmente rebozados en huevo batido y freídos al momento de servir. Remataba
el decorado una sobria ración de fino fideo al vapor con virutas de
calabacines, berenjenas, pimentones y zanahorias, que no solo aportaban color
sino también saludable sabor. En esa noche calurosa de sábado, una cerveza
Huari en su punto más frio, fue el refrescante colofón a una magnífica velada.
El que no se graduó ni de fotógrafo soy yo,
vean la foto que no le hace justicia, por si las dudas.
Hombre, José : esta prima suya si que nos ha sorprendido con ese plato que, en principio,seduce la vista.
ResponderEliminarY ni qué decir del paladar.
Pero no comparto eso de que el apetito tenga una raíz gregaria: aquí estoy solo frente al computador y con el paladar poblado de un montón de sensaciones, por lo pronto virtuales.
¡ Lástima estar tan lejos de Bolivia!
Y la sensación pudo ser mejor, si es que mi cámara no fuera algo limitada(las fotos nocturnas son su gran defecto), o tal vez sigo siendo un torpe aficionado para la fotografia, usted sabe, la degustacion es mi fuerte, je je. Debe de ser el único hambriento virtual del mundo, estimado Gustavo, y me temo que no hay receta para ese mal. Espero que algun dia pare de sufrir, como diria algun sectario evangélico.
EliminarEnhorabuena por la labor tan grande que realizais con el blog, Dios os bendiga :D
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